Inicio con una lectura externa: identifico tres volúmenes negros que emergen de la ladera del barrio Santo Domingo en Medellín; tienen la apariencia pétrea, en su forma y textura. Mazzanti, en la descripción del proyecto, afirma: “se posan en la ladera como tres grandes rocas” (94) ¿Qué simbolizan tres grandes rocas negras que emergen de la ladera de uno de las comunas más violentas de Medellín?
Sabemos, gracias a la tradición cristiana que el color negro y el luto conforman una asociación simbólica del duelo: el color negro connota el tono elegiaco de la construcción haciendo referencia a las víctimas de la violencia que azotó, y aun lo sigue haciendo, a la ciudad durante estas décadas. Alude a la particularización de una guerra nacional, en donde confluyen fenómenos como el narcotráfico, sicariato, pobreza, falta de educación, paramilitarismo, guerrilla, entre otros tantos. ¿A qué víctimas les dedica el monumento Mazzanti, a las victimas paramilitares, a las guerrilleras, a las oficiales, a las civiles, a las insurgentes? No lo sé, o mejor, Mazzanti no ha empotrado una placa que explique a quién está dirigido el ícono.
¿Qué simboliza la piedra dentro de nuestra tradición?
La piedra, connota lo perpetuo, la eternidad, simboliza lo eterno. En la piedra mora la eternidad de Dios, las catedrales se erigen en piedra y la palabra sagrada se escribe sobre ella, recuérdese los mandamientos. Una piedra negra, refiere a nuestra perpetuidad elegiaca, eternidad de dolor, ícono en donde habita la muerte, sinónimo en nuestro país de la violencia. Los monumentos a las víctimas se revisten en piedra negra. Tres piedras, negras, inverso de la trinidad cristiana, una trinidad maligna, la impronta de un infierno terrenal.
¿Qué simbolizan tres piedras negras, que no refieren a ningún tipo de victima violenta, en una de las laderas más violentas, de la ciudad más violenta del país, durante las 80º y 90º?
Es una impronta, una marca eterna de la maldad, una condena que recuerda y juzga a la ciudad; es una cicatriz que recuerda la violencia, implantada como una carga desde la tradición cristiana; es el testimonio de una maldición. Son tres piedras que la Medellín asesina debe cargar en la conciencia, recordándole el tránsito por los infiernos. Son tres piedras que el verdugo Mazzanti las ha sabido colocar en un lugar del alta visibilidad.
Cuando un asesino cumple su pena en prisión, recibe la impronta, un tatuaje que le recordará toda la vida, no sólo el tránsito por el infierno, también la falta que ha cometido, y sobre todo el ente que lo ha juzgado. Las tres piedras negras funcionan como el tatuaje que porta reo en la piel de Medellín: le inculpa, le imputa, le juzga, le reprime, el mal que ha causado. Medellín queda bautizada, oficialmente, como una ciudad del pecado, perteneciente al círculo de Dite. Estas piedras no simbolizan bienestar, son una condena. Leeré el poema Piedra negra sobre una piedra blanca, de Cesar Vallejo:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
El lector, como buen peregrino, subirá por la ‘cole’ la colina cristina, en búsqueda de la iluminación, y cuando asciende, esas tres piedras negras le informan que sigue en el infierno: a pesar del esfuerzo por ascender a la ciudad de Dios, existe una puerta de San Pedro que no puede cruzar, en donde el peregrino al entrar, al nacer, ha dejado todas sus esperanzas. En Medellín, el infierno no sólo se recrudece hacia el valle, también la montaña hace parte del infierno. Un infierno que ha perdido su topología dantesca, tradicional y ahora se esparce en formas aleatorias, regando sus símbolos de manera diaspórica por la ciudad. Si subes, estás en el infierno, si bajas también, no hay escapatoria.
Cito a Fernando Vallejo, quien de manera muy consciente ubica a Medellín en el infierno:
Las comunas cuando yo nací ni existían. Ni siquiera en mi juventud, cuando me fui. Las encontré a mi regreso en plena matazón, florecidas, pesando sobre la ciudad como su desgracia. Barrios y barrios de casuchas abandonadas unas sobre otras en las laderas de las montañas, atronándose con su música, envenenándose de amor al prójimo, compitiendo las ansias de matar con la furia reproductora. Ganas con ganas a ver quién puede más. En el momento en que escribo el conflicto aún no se resuelve: siguen matando y naciendo. A los doce años un niño de las comunas es como quien dice un viejo: le queda tan poquito de vida… Ya habrá matado a alguno y lo van a matar. Dentro de un tiempito, al paso que van las cosas, el niño de doce que digo reemplácenlo por uno de diez. Esa es la gran esperanza de Colombia. Como no sé qué sabe usted al respecto, mis disculpas por lo sabido y repetido y sigamos subiendo: mientras más arriba en la montaña mejor, más miseria. Uno en las comunas sube hacia el cielo pero bajando hacia los infiernos. (Vallejo, La virgen de los sicarios, 28)
Pasando al interior de la biblioteca, vivimos la experiencia del conocimiento acompañados de un blanco perpetuo. Un contraste absoluto con el exterior, la fachada. La biblioteca es una de las moradas del conocimiento, y la forma occidental por excelencia de compilarlo, conservarlo y trasmitirlo. En este contexto, encontramos la otra aberración simbólica de la Biblioteca España: asociar el blanco, símbolo de la luz, con el conocimiento. Esta asociación, explotada por el cristianismo, recordemos que el cielo de Dante es el reino de la luz y la luz es símbolo de la razón divina y su opuesto, el infierno, oscuro lugar en donde reina el mal: el universo de las pasiones. La biblioteca España replica el modelo con que nos colonizaron, torturaron, maltrataron, extorsionaron y explotaron. Recordemos que los españoles asociaban a los indígenas con las pasiones y por tanto con la ausencia de razón, los conflictos de raza establecen la asociación, blanco-razón, negro-pasión, por tanto los negros, eran los hombres presas de la pasiones, los malos hombres (salvajes).
La Ilustración en América, o la llegada del segundo colonialismo, como lo describe Mignolo, tenía como objetivo, fundar una sociedad basada en la educación, es decir, en la trasmisión del conocimiento de una manera crítica. Por tanto el estudiante a-lumno (sin luz) era iluminado con el conocimiento que le trasmitía el maestro, es decir, lo ilustraba. Recordemos la fuerte crítica que Adorno le hace a la sociedad ilustrada, en su texto Dialéctica del iluminismo.
Horkheimer y Adorno inician el capitulo exponiendo los propósitos y los objetivos históricos con que se erigió el iluminismo en la época considerada como la ilustración. El objetivo principal del iluminismo era “quitarle el miedo a los hombres y convertirlos en amos”. Dotó al hombre del conocimiento suficiente para dominar la naturaleza disolviendo los mitos mediante la ciencia, liberando al mundo de la magia. El hombre tomó la bandera frente a la naturaleza, invirtiendo el determinismo: elaboró un tipo de conocimiento, a través del método y la duda. La naturaleza sufre un proceso de desencantamiento a través del incremento de la técnica. El conocimiento técnico, radicaliza el pensamiento, en la medida que se coloca al servicio de los fines prácticos, busca mejorar el aprovechamiento de la naturaleza. Así el conocimiento se desacraliza y el mito se niega en un mismo movimiento. La ciencia se esmera por limpiar cualquier pasado de superstición conceptual, desmitifica el saber. El positivismo tiene el propósito de liberar al mundo de la magia, llegando a un radicalismo extremo, que desembocaría en totalitarismo. Inicia una exigencia: la cuantificación y con ella, análogamente la desaparición de lo cualitativo que gana cada vez más espacio en lo subjetivo. La cuantificación, según los autores, representa la segunda revolución del conocimiento, una revolución que según ellos no es un avance sino que se presenta como un retroceso: el paso del concepto al dato.
Por tanto, la Biblioteca España, no solo replica, sino potencia los defectos de los dos colonizadores, tanto los españoles-cristianos, como los laicos-franceses, en un solo proyecto compuesto por tres edificios.
No sé, si esta fue una interpretación consiente de Mazzanti, cosa que sería de total desagrado: lo ubicaríamos dentro del lugar de los colonizadores. Quiero pensar que estos rasgos son inconscientes que las tres piedras hacen referencia al proyecto de Chipperfield que el negro de la fachada y el blanco del interior son decisiones meramente decorativas de origen minimalista.
Mi intención no es tirar por la borda la Biblioteca España que tal vez está construido con buenas intenciones, como lo hace ver el libro dedicado a su obra, pero sí quiero hacer presente que los edificios aparecen en un contexto híbrido en donde perviven las creencias y las codificaciones cristianas y los deseos aberrados ilustrados. Por tanto, a veces queremos hacer ciertas cosas, pero si no somos consientes del contexto, terminamos diciendo otras.
aporte de Carlo Finno
No Response to "Tres piedras negras, un interpretación simbólica"
Publicar un comentario